Autores: Giovanna Gini (University of Oxford, United Kingdom), Hanne Wiegel (Centre for Climate and Resilience Research CR2, Universidad de Chile), Gilles Hallé (Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia), y Sandra Megens (University of Wageningen, The Netherlands) Este blog emerge del...
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Explorando las (in)movilidades relacionadas al cambio climático, desde y para las bases.

Autores: Giovanna Gini (University of Oxford, United Kingdom), Hanne Wiegel (Centre for Climate and Resilience Research CR2, Universidad de Chile), Gilles Hallé (Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia), y Sandra Megens (University of Wageningen, The Netherlands)

Este blog emerge del panel titulado ‘Climate change, (im)mobilities and struggles for justice in Latin America’ parte de la conferencia SLAS2024 en donde presentaron Hanne Wiegel (Centre for Climate and Resilience Research CR2, Chile), Giovanna Gini (University of Oxford, Reino Unido), Gilles Hallé (Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia), y Sandra Megens (University of Wageningen, Países Bajos). El panel discutió diferentes estudios de caso de Colombia, Chile, Brasil y Ecuador, en los que se exploraron diversos procesos relacionados con la movilidad inducida por el cambio climático.

Aunque los casos fueron diversos y se discutieron diferentes etapas del ciclo de (in)movilidad, en las siguientes secciones presentamos los puntos principales en común entre las cuatro presentaciones. 

Perspectiva histórica y estructural

Argumentamos que es fundamental adoptar una perspectiva holística en el estudio de las (in)movilidades humanas vinculadas al cambio climático. Estas movilidades no ocurren en un vacío, sino que están entrelazadas en su contexto histórico y estructural, muchas veces en una larga trayectoria de violencias multi-dimensionales sufridas por los grupos más marginados y explotados, tales como las comunidades indígenas, rurales, y afrodescendientes. 

Cualquier noción de justicia climática y de (in)movilidades por factores climático-ambientales debe necesariamente reconocer las estructuras que perpetúan y, mas aun, agudizan la marginación, la precarización y la discriminación, como la falta de titulación de tierras, la ausencia de acceso a servicios básicos, la falta de cumplimiento estatal, los proyectos extractivos expulsores, entre otros factores. Por ejemplo, un estudio del Gran Chaco Americano reconoció como un desafío creciente las (in)movilidades relacionadas con el cambio climático, debido a la escasez de agua, una consecuencia directa de períodos de sequía cada vez más prolongados e intensos. Un factor clave es la falta de inversión pública en sistemas que mejoren el acceso al agua para el consumo humano, la ganadería y la agricultura de pequeña escala. Esta problemática es especialmente aguda en la región del Chaco Central, donde la población enfrenta un estado de estrés hídrico casi constante por sequías repetidas.

En el Valle del Chota, ubicado en el norte semiárido de Ecuador, las comunidades afrodescendientes son gravemente afectadas por la escasez hídrica, exacerbada por la falta de lluvias y prolongadas sequías. Estas comunidades, descendientes de africanos esclavizados traídos en la época colonial para trabajar en plantaciones de caña de azúcar, han sido históricamente marginadas y enfrentan profundas desigualdades que limitan su acceso a recursos esenciales como el agua. Esto amenaza no solo sus actividades agrícolas, sino también su patrimonio y identidad cultural que están estrechamente vinculados a la tierra y al agua. 

La gravedad de esta situación subraya una verdad fundamental: la disponibilidad de agua en la calidad y cantidad adecuadas es esencial para la vida – reconocido en el Derecho Humano al Agua. Por lo tanto, asegurar un suministro de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal, doméstico y de agricultura familiar no solo es una necesidad, sino también una obligación urgente para la supervivencia de poblaciones afectadas por sequías. Solo con un acceso al agua garantizado se puede facilitar una mejor adaptación a las sequías prolongadas, ya sea para apoyar una migración resiliente y con mayores niveles de autodeterminación, o para permitir una inmovilidad en condiciones de dignidad y calidad de vida.

En otro estudio realizado en los barrios de las altas laderas de Medellín, Colombia, se ha identificado la falta de consideración y atención de la administración pública local a los riesgos socioambientales y climáticos que padecen las poblaciones marginadas, empobrecidas y a menudo desplazadas por cuenta de la violencia desde otras regiones del país. Esta situación ocurre en todo el ciclo de la movilidad por factores ambientales, desde la prevención y preparación hasta la recuperación, reparación, movilización y eventual retorno, en otras palabras, antes, durante y después de los fenómenos climáticos extremos o los incendios de cobertura vegetal. Las amenazas ambientales se suman, agudizándolas, a las situaciones de abandono, invisibilización, estigmatización, amenazas que viven las comunidades desde su instalación veinte años atrás por cuenta de la violencia estructural que padecían en las zonas rurales donde hacían sus vidas.

Por ello, las estrategias de adaptación y mitigación al cambio climático deben diseñarse en consonancia con estos problemas históricos y estructurales que subyacen a la vulnerabilidad climática y a la necesidad de apoyo institucional debido a la limitada capacidad de auto-financiación de la adaptación por estas comunidades.

Justicia epistémica

Nosotros llamamos a un reconocimiento de los múltiples conocimientos y experiencias locales e indígenas, afro-americanas, campesinas y “peri-urbanas”, donde el conocimiento se acumula a través de los años y se pasa de generación en generación. Estos saberes acumulados a lo largo de generaciones son muchas veces ignorados en los estudios convencionales, cuando en realidad ofrecen una comprensión profunda y práctica de las realidades cotidianas de vivir en las comunidades bajo el cambio climático, y sus efectos en las comunidades.

Un ejemplo de la tensión existente entre sistemas de conocimiento es el caso de Enseada da Baleia, en el sudeste de Brasil. Durante la reubicación, la comunidad se guió para elegir el nuevo lugar de asentamiento gracias en los conocimientos y la sabiduría de la matriarca. El valor de este conocimiento fue validado después por medio  de estudios académicos. Solo después de que estos estudios corroboraron lo que la matriarca decía se autorizó el nuevo lugar para la reubicación.

También, en el caso mencionado anteriormente de las laderas de Medellín, no se puede propugnar la justicia ambiental sin una profunda transformación de las instituciones estatales en su forma de interactuar con las comunidades amenazadas o afectadas por las múltiples consecuencias del cambio climático a nivel local. Las instancias existen, Juntas de acción comunal, Comités de mujeres, Comités de víctimas, Semilleros de jóvenes, Mesas de vivienda y hábitat, Movimientos populares, Mesas de Atención y Recuperación, falta la voluntad política (y la articulación y eficiencia que deben acompañarla) en pro de la vida y de la dignidad.

Muchas veces las comunidades se enfrentan a lógicas políticas rígidas de adaptación que no toman en cuenta los conocimientos y preferencias locales, especialmente cuando esto implica el abandono de sus territorios. Esto sucedió, por ejemplo, en la Patagonia chilena, donde se ordenó a una comunidad reubicarse tras un aluvión asociado a eventos climáticos extremos, pese a su resistencia basada en sus propias percepciones de riesgo. Esta lógica de adaptación de arriba hacia abajo puede resultar en consecuencias graves, como un aumento del estrés mental, inseguridad, y, en caso de resistencia a estas intervenciones, incluso un retiro del Estado que puede resultar en un aumento de la vulnerabilidad frente a los efectos del cambio climático.

Creemos firmemente que cualquier proceso de investigación y adaptación debe poner las percepciones y preferencias de los afectados en el centro, respetando su derecho de autodeterminación. Solo de esta manera se pueden evitar las injusticias y la violencia epistémica. La violencia epistémica se refiere a la forma en que los conocimientos, agenciamientos y realidades de las comunidades son muchas veces desestimados o ignorados, especialmente en contextos de cambio climático. Solo evitando injusticias epistémicas se podrán desarrollar estrategias de movilidad y adaptación que sean verdaderamente justas, respondiendo a las necesidades y aspiraciones de las comunidades más vulnerables.

Autodeterminación para inmovilidades voluntarias

La movilidad humana en el contexto del cambio climático no puede entenderse como un único evento, sino como un ciclo continuo que abarca tanto la inmovilidad como la movilidad en un espectro entre lo voluntario y lo forzado, incluyendo aspectos importantes como el retorno y el atrapamiento. Esta perspectiva cíclica se concentra en las capacidades de actuación de las personas y comunidades quienes, a menudo, transitan entre periodos de quedarse en un lugar y periodos de desplazamiento, dependiendo de las circunstancias y desafíos específicos que enfrentan. La inmovilidad, en muchos casos, no se puede ver únicamente como una opción pasiva, sino como una prioridad basada en la autodeterminación de profundas raíces y como el deseo de permanecer en sus territorios ancestrales y mantener sus modos de vida. Sin embargo, estas dinámicas de in/movilidades a menudo no son reconocidas por los gobiernos, lo que genera limitaciones e incertidumbre para las poblaciones que no perciben progreso ni opciones de desarrollo, y que finalmente deciden migrar. 

Todavía es necesario explorar en profundidad cómo y cuáles son los procesos que llevan a las inmovilidades (o a retornos) deseadas. Esto implica entender las estrategias y acciones que las comunidades implementan para permanecer en sus territorios frente a los desafíos del cambio climático, por ejemplo, antes, durante y después eventos climáticos extremos. Es fundamental reconocer los esfuerzos locales y las dinámicas internas que permiten a estas poblaciones adaptarse a las nuevas condiciones climáticas sin tener que desplazarse.

Prácticas que facilitan inmovilidades

Además, es crucial investigar cómo se conquista el derecho a quedarse y adaptarse a los cambios climáticos desde las perspectivas de las bases. Las comunidades locales a menudo desarrollan soluciones innovadoras y prácticas basadas en su conocimiento ancestral y en la experiencia acumulada a lo largo de generaciones. Estas adaptaciones pueden incluir la modificación de prácticas agrícolas, el manejo sostenible de recursos naturales y la construcción de infraestructuras resistentes al clima. Pero también la creación de procesos sociales de integración y fortalecimiento comunal. 

Explorar estos procesos desde las perspectivas de las bases no sólo arroja luz sobre las capacidades, estrategias y resiliencia de las comunidades y sobre las necesidades de financiación y apoyo participativo e incluyente, sino que también desafía las narrativas dominantes que suelen considerar la movilidad como la única respuesta viable al cambio climático. Reconocer y valorar las inmovilidades deseadas como estrategias legítimas de adaptación es un paso crucial para desarrollar políticas y programas que realmente apoyen a las comunidades en su lucha por la autodeterminación y la justicia climática.

Para seguir avanzando

El cambio climático presenta un desafío para todas y todos, y especialmente para el conocimiento local e indígena, ya que altera las condiciones ambientales y sociales que estas comunidades han aprendido a manejar a lo largo del tiempo. Para abordar adecuadamente las cuestiones de movilidad e inmovilidad en este contexto, es fundamental poner en el centro las percepciones y preferencias de las comunidades afectadas, respetando su derecho a la autodeterminación y reconociendo el valor de su conocimiento tradicional y de sus acciones en el mismo territorio. Solo mediante un enfoque inclusivo y respetuoso se puede, por lo tanto, desarrollar estrategias efectivas y justas que respondan a las necesidades reales de las personas en el terreno y que logren reducir las consecuencias desastrosas del cambio climático y de los factores ambientales asociados en el marco de la defensa de la vida y de los territorios, sea en la permanencia o en la movilidad, pues nada ni nadie sobra. Nos queda la “tarea” de tomar en cuenta, en nuestras propias investigaciones e intervenciones críticas y situadas, estos nuevos desafíos multidimensionales y multi-escalares de las (in)movilidades por factores que se identifican como ambientales.